La Navidad trae varias cosas a nuestra vida. Trae un agujero del tamaño de la boca del Metro a nuestra cuenta corriente. Trae un grito a lo Monserrat Caballé cuando nos subimos a la báscula en enero. Lo de la cuesta de enero es mentira. En realidad, es plana pero nos pesa el culo. Y, por lo menos a mí, todos los años me trae un catarrazo de tomo y lomo. Y abro siempre los regalos de Reyes, moqueando y con los ojos rojos.
““Vaya, no sabía que deseabas con tanto ahínco un chándal de Playboy. ¡Hasta te has emocionado!
““No…atchús…no me he emocionado…atchús…es que me lloran los ojos del catarrazo…atchús…aunque me encanta…atchús…queda divino con los calcetines a cuadros rosas y verdes que…atchús…me regalaste el año pasado.
Pues eso, que el día 7 de enero vas hecha unos zorros a trabajar en el quirófano. Porque hay que rellenar el agujero de la cuenta corriente.
Y te estás cambiando, tirando el último clínex del paquete, en el vestuario cuando llegan el resto de tus compañeras.
““¿Por qué lloras, Jomeini? ¿Tanto has zampado en estas fechas que has tenido que cambiar de talla de pijama?
Hay gente maravillosa a la que da gusto volver a ver.
““Que no lloro…atchús…mierda…que es que estoy acatarrada…atchús.
““Pues te vas a poner peor en el quirófano.
““Yo también te quiero, ¿sabes?
Pero sé que tiene razón. Que el frío glacial del quirófano va a hacer estragos en mi garganta y en mis pulmones. Pero qué se le va a hacer. Si no vengo a trabajar, a mi jefe con media plantilla de vacaciones le puede dar los siete males. Ajo y agua.
Pero con lo que no contaba es con la mascarilla.
Cuando una empieza la carrera, conforme te dan la bienvenida a la Facultad de Medicina, ya tendrían que estarte diciendo:
““A ver, medicoblastos, que sepáis que las mascarillas son esos entes que lleva uno en la cara y que solo sirven para que el de Preventiva duerma tranquilo. Bueno, y para que los mocos no caigan en el campo quirúrgico.
Lo segundo es importante. Porque he de reconocer que los anestesistas somos algo reacios a las mascarillas y que solemos llevarlas por debajo de la nariz cuando estamos alejados del campo quirúrgico. Pero otra cosa es cuando te toca hacer algo estéril. Como hoy.
Me toca un paciente muy complejo al que hay que cogerle una vía central de alto flujo, así que me coloco la mascarilla y me lavo. Cuando me estoy colocando la bata y los guantes, una vela líquida comienza a descender en plan suicida por mi fosa nasal izquierda. Aspiro, pero ella es resistente al invasor, como los galos de Astérix, y sigue su camino sin arredrarse. Aún más, en escasos segundos, una vela similar pero de la fosa nasal derecha la acompaña, mientras yo intento concentrarme buscando el punto exacto de punción con el ecógrafo.
Si fuera dibujante de dibujos animados, habría dibujado la escena para que os hicierais la idea. Las dos velas de mocos mirándose una a la otra en plan Fernando Alonso-Hamilton en sus buenos tiempos y por encima, mis ojos aterrorizados contemplándolas, mientras mi cerebro reza para que ninguna de las dos moje la mascarilla y me haga parecer un Voldemort quirúrgico. Pero como no lo soy, me temo que os vais a tener que hacer la idea con la descripción.
““Ya, vale, Jomeini, si no tenemos el menor interés en hacernos una idea.
Hay que ver, con lo que yo os he dado. Qué desagradecidos, pero, bueno, que me pierdo por los cerros de íšbeda. Estábamos en que las dos velas competían a ver cuál mojaba antes la mascarilla mientras yo ejercía labor de succión contraria.
Pero como decía Murphy, si algo puede salir mal, saldrá mal. Y cuando estoy ya cosiendo la vía a la piel, un estornudo de elefante sigue el camino de las dos velas de mocos.
““¡¡¡¡ATCHíšS!!!!
Y las dos velas de mocos salen disparadas, empapando toda la mascarilla por dentro. Ya no parezco Voldemort, no, ahora parezco el Blandiblú.
Y menos mal que dos partos complicados no terminaron de destrozar mi suelo pélvico, porque si no, imagínate el estropicio.
Que no, que no, que los catarros hay que pasarlos en casa, con mantita e infusión. No en estos berenjenales. Atchús.
Un saludo, Jomeini, me imaginé todo lo que cuentas, y preocupada como estabas, de esas velas rebeldes, no sé cómo te concentraste en pinchar a ese pobre paciente…
Que este 2016 sea muy bueno para ti.
Besos
Gabriela
Bueeeeno, tú sabes que las técnicas muchas veces es piloto automático ;D
Este comentario es un poco tardío, pero no me resisto a dar mi ipinión, aunque esta sea para reprender tu actitud:
«Me parece una irresponsabilidad por tu parte que hayas ido a trabajar en semejante estado. So pena que no te importe contagiar a todo el personal de quirófano. Que sí Jomeini, que los catarros se curan en casa».
Perdón por la «reprimenda». Saludos.